16 de septiembre de 2018

El cuento de la criada (1985), de Margaret Atwood


"Lo normal, decía Tía Lydia, es aquello a lo que te acostumbras. Tal vez ahora no os parezca normal, pero al cabo de un tiempo os acostumbraréis. Y se convertirá en algo normal."

Esta inquietante novela nos sumerge en la vida de Defred, una mujer desprovista de nombre (el que lleva solo la identifica como la criada de un hombre influyente, literalmente: de Fred) y que tampoco posee la libertad de elegir sobre su propio cuerpo. La historia es un relato testimonial, a través del cual la protagonista busca poner en palabras el horror que padece por el solo hecho de pertenecer al género femenino. Con ello, busca servir de advertencia a las mujeres del futuro (a las que imagina libres), para que no olviden y no permitan que vuelva a suceder. Sin embargo, mediante ese maravilloso juego de resonancias que es la ciencia ficción, las lectoras (reales) del presente leemos entre líneas y reconocemos en nuestra sociedad algunos de los indicios que serían capaces de desencadenar una catástrofe similar a la que vive la protagonista. La autora, también, busca alertarnos.

La historia de Defred se desarrolla en la República de Gilead, ubicada en el antiguo Estados Unidos. Se trata de un lugar en el predomina un sistema teocrático dominado por la voluntad de un grupo de hombres, quienes revisten sus arbitrariedades bajo un halo de religiosidad. La fortaleza del sistema se asienta en el desconocimiento de los derechos de las mujeres, quienes quedan reducidas a su sola corporalidad y la capacidad de engendrar y parir a los hijos que ayudarán a perpetuar el sistema. De esta manera, el poseer esta capacidad reproductiva o no les asigna un lugar dentro la estricta jerarquía de cuerpos femeninos: las Esposas gozan de la seguridad de tener un marido influyente, aunque en su mayoría padecen de esterilidad; las Econoesposas están casadas con hombres pobres y deben cumplir con todas las tareas asignadas a las esposas del pasado; las Martas son mujeres en edad no reproductiva, que tienen la misión de "adiestrar" a quienes cargarán con esa responsabilidad; las Criadas son los cuerpos encargados de engendrar los hijos; las No mujeres, en tanto, son aquellas que han sido desterradas  a Colonias por negarse a cumplir con la función natural encomendada.

26 de agosto de 2018

Julio Cortázar: 104 años


Un día como hoy, pero, de 1914 nacía en Bruselas uno de los mejores escritores argentinos de todos los tiempos. Siempre recuerdo mi primer encuentro con uno de sus cuentos en el marco de una tarea escolar, que no admitía segundas lecturas o interpretaciones divergentes. Lo contradictorio es que el cuento sí las habilitaba, es más, incentivaba el desconcierto constante y se regodeaba en esa duda y esa magia. Con mis intuitivos catorce años, me dí cuenta de que estaba frente a una forma de narrar nueva y desafiante. No se parecía a las historias complacientes y llenas de certezas que hasta ese momento eran para mí la literatura. Inexplicablemente, lo odié con todas la fuerzas de mi adolescencia y deseé que jamás se volviera a cruzar en mi camino. Luego, gracias a la profesora de Lengua, supe que Cortázar había fallecido en París hacía veinte años, un día de lluvia de 1984 (lo de la lluvia lo imaginé yo). En ese momento, comprendí que Cortázar (como todo gran escritor, ahora lo sé) había dotado a su palabra del poder de trascender, interpelar, conmover los tiempos, los espacios y los lectores. Ese primer cuento era "Lejana", pero, pudo haber sido cualquier otro:

29 de abril de 2018

Un gorrión en mi biblioteca

De un tiempo a esta parte, procuro estar más alerta de las señales dispersas en la vida: las fácticas y las oníricas, por supuesto. La más frecuente es la del libro que dí por perdido, tras revisar la biblioteca en todas las direcciones, para luego encontrarlo muy campante sobre el escritorio ¿Estuvo siempre ahí o es un descarado recurso para que lo lea? Con el tiempo, he notado que los libros fantásticos son los que más apelan a esta estratagema. Otra señal que siempre me desconcierta es la de los sueños premonitorios (heredada de mi madre) que, de alguna manera, anticipan situaciones o diálogos que vivo en la vigilia como inexplicables déjà vus. Algunos de mis sueños suelen ser tan vívidos que, más de una vez, me he sorprendido contando con lujo de detalles experiencias que tuve cuando estaba dormida. Es más, creo que gran parte de mi memoria se compone de momentos robados a los sueños y a la ficción.

Últimamente, las señales provienen de la naturaleza, específicamente, del mundo animal. Diferentes especies han desfilado no sólo en las historias ficcionales que leo y miro (sapos, ciervos y vacas), sino también en la cotidianeidad de mi biblioteca. Hace unos días, escuché el minúsculo aletear de dos mariquitas empecinadas en posarse en mis manos. Hoy, recibí la visita inesperada de un gorrión, con la que me pegué un buen susto, la verdad. Abría la puerta de mi habitación, cuando sentí un ruido extraño y vi al pequeño pájaro posado sobre el anaquel superior de la biblioteca. Fue muy grande mi sorpresa, porque había juntado las hojas de la ventana antes de salir y no había viento. Por lo tanto, barajo dos hipótesis (una más increíble que la otra).La primera: el gorrión escuchó que las mariquitas suelen reunirse en el azul de mi habitación, así que decidió empujar la ventana y dar un vistazo en el interior. La segunda, y la que más me gusta: el gorrión escapó de uno de los libros, quién sabe, podría ser uno de los pájaros que anidaban en las torres de Thornfield Hall y despertaban a Jane Eyre con sus trinos...

24 de abril de 2018

[Fotogramas] En cuerpo y alma (2017), de Ildikó Enyedi

Her skin is white
And I'm light as the sun


Un bosque nevado, dos ciervos vagan en busca de alimento. Uno de ellos posee una cornamenta imponente, la cual lo asemeja a los espíritus que habitan los bosques. Su compañera es una cierva, posee un tamaño considerablemente menor, se ve asustada e indecisa. La nieve cae en forma de volátiles plumas, que se adhieren y deshacen al ponerse en contacto con sus cuerpos. Ambos desprenden un aura de vapor. El silencio reinante es apenas recortado por el fluir de un arroyo. Sus hocicos se tocan y sus miradas se cruzan brevemente. Continúan caminando.


So I asked him,
How he became this man?
How that he learned,
To hold fruit in his hands?

28 de marzo de 2018

Los hombres que no amaban a las mujeres (2005) (Millenium 1), de Stieg Larsson

Män som hatar kvinnor
Editorial Destino, 2017
665 páginas
"Todas las personas ocultan secretos. Sólo es cuestión de averiguar cuáles son"

Después de un tiempo de obligado silencio, vuelvo a este pequeño rincón para escribir acerca de la última novela que he leído hasta el momento. Si hay algo que tengo claro es que no suelo leer libros de la lista de best-sellers y, menos aún, si estos son parte de alguna saga. Sin embargo, con esta novela hice una ligera excepción y emprendí una lectura casi obsesiva, que me mantuvo en vilo durante tres días. Debo advertirles, además, que los thrillers policiales no suelen ser mi primera elección a la hora de leer un libro o mirar una película. Por lo tanto, mis apreciaciones son las de una lectora "no aficionada" al policial negro, que espera no herir susceptibilidades con sus apreciaciones. 

En primer lugar, quisiera comentarles por qué, a pesar de todos mis reparos al respecto, leí más de  seiscientas páginas de un género que no suele estar entre mis predilectos. Todo compezó con la búsqueda de una novela policial que lograra captar la atención de lectores de diecisiete años. Como ya se habrán dado cuenta, en el margen derecho de la página comento que soy docente. Apenas comencé con mi itinerario, se me cruzó por la mente este libro, cargado de misterio y temáticas tabú. Lo evalué como un posible reto para mis estudiantes, pero, luego deseché la idea porque me pareció demasiado extenso para jóvenes que no tienen un hábito de lectura constante. Sin embargo, cuando quise darme cuenta, yo misma estaba interesada en los personajes y sus historias. Quería saber qué hacía de este libro un suceso editorial, con críticas extremadamente buenas y malas al mismo tiempo, así que decidí sacar mis propias conclusiones.

23 de febrero de 2018

En un día de lluvia...

Afuera llueve, cae pesadamente el agua
que las gentes esquivan bajo abiertos paraguas.
Al verlos enfilados, se acaba mi sosiego
me pesan las paredes y me seduce el riego.
("Tentación", Alfonsina Storni)

Hoy llueve, es esa clase de lluvia de gotas diminutas, que mojan mucho sin querer. Recordé estos versos de Alfonsina Storni y no puede evitar la tentación de caminar bajo la lluvia yo también. Del lugar donde trabajo hasta mi casa hay un largo trecho y decidí hacerlo a pie. No me importó mojarme ni tener que limpiar mis lentes más de una vez, como si del parabrisas de un auto se tratara. En mi recorrido, me encontré con las calles vacías y un silencio húmedo; y tuve lástima de los pocos autos que pasaban y de quienes permanecían encerrados en sus casas con las persianas cerradas ¿Es que acaso hay algo más emocionante que sentir el cabello iluminado por cientos de gotas de agua? Me gusta la sensación de descuido e impredecibilidad (¿existe esa palabra?) que le aportan a mi vida ocasiones como esta, también, me gustan los sentimientos de nostalgia y desamparo que despiertan en mí los días de lluvia. En el confín del hemisferio sur, el verano suele regalarnos anticipos del otoño que algunos recibimos con agradecimiento y una sonrisa.