31 de enero de 2017

[Fotogramas} Jane Eyre en la pantalla (1996-2011)


Jane Eyre (aquí la reseña) es una de las novelas decimonónicas que goza de mayor popularidad en nuestros días. Prueba de ello son las diversas adaptaciones televisivas y cinematográficas que han llevado esta historia a la pantalla en un corto lapso de tiempo. Si bien no todas las producciones tuvieron la misma aceptación por parte del público, creo que todas logran su cometido: motivarnos a volver a las páginas del libro para visitar Thornfield de nuevo y recrearnos en las auténticas batallas dialécticas que libran Jane y el señor Rochester en su estudio. En este caso, reseñaré las versiones de la novela que tuve la oportunidad de ver a lo largo de estos años.

En primer lugar, me detendré en la película del año 1997, dirigida por Robert Young. Se trata de una versión por la que guardo gran aprecio, porque gracias a ella conocí la existencia de Charlotte Brontë y su maravilloso libro. El punto fuerte de esta adaptación se encuentra en su maravillosa fotografía, que ayuda a recrear el ambiente gris y misterioso que nos transmite la novela, y en la elección de la pareja protagonista. A mi parecer, Ciarán Hinds y Samantha Morton tienen a su favor un extraordinario parecido físico con los personajes, tal y como son descritos en la novela, y una interpretación adecuada de sus caracteres. En relación al desarrollo de la historia, son notables las elipsis argumentales y los apresuramientos en la resolución del conflicto, lo cual produce que hacia el final no quede claro que pasó con alguno de los personajes (la pequeña Adele, por ejemplo). Por suerte contamos con el libro para salir de dudas ;)

A continuación, comentaré la versión cinematográfica de 1996 del aclamado director Franco Zeffirelli (Romeo y Julieta (1968) y Hamlet (1990), entre tantas otras), con la cual di por casualidad en un canal de cable. Creo que como adaptación de la novela en su totalidad es bastante pobre, ya que realiza cortes abruptos del argumento que atentan contra la verosimilitud de la historia. La primera mitad de la película resulta tan bien narrada, que cuesta creer que la segunda mitad esté tan mal resuelta. Sin embargo, rescataré la magistral interpretación que realiza Charlotte Gainsbourg, así como la empatía que logra con su pareja protagónica, William Hurt. Es innegable que logran transmitir no solo el enfrentamiento intelectual de los personajes, sino también la tensión sexual que experimentan e intentan reprimir.

Pero, a mi parecer, es con la miniserie de la BBC del año 2006 cuando por fin se logra hacer justicia a la novela de Brontë. Se trata de una miniserie de cuatro capítulos, dirigida por Susanna White y protagonizada por Ruth Wilson y Toby Stephens. En el transcurso de su desarrollo asistimos a una excepcional recreación de época y a un relato detallado de los acontecimientos que enlazan la vida de Jane a la del señor Rochester. Resulta sumamente destacable el hecho de que no se rehuya ningún pormenor de la historia y se profundicen temáticas como el rol de la mujer y los derechos de los niñas y niños desde una óptica moderna, pero respetuosa del espíritu de la novela. Si bien hay escenas y diálogos que son modificados, los cambios se realizan con suma delicadeza y enriquecen la interpretación de la obra. Considero que muchos lectores hemos disfrutado de los guiños que nos hace la directora y pudimos establecer un ida y vuelta entre nuestras lecturas y la suya. 

Finalmente, mencionaré la película del 2011 dirigida por Cary Fukunaga. Dicha versión cuenta con un reparto rutilante, entre quienes se encuentran Mia Wasikovska (Jane), Michael Fassbender (Sr. Rochester), Judi Dench (Sra. Fairfax) y Jamie Bell (John Rivers), aunque sus interpretaciones no están a la altura de las expectativas generadas por sus nombres. La novedad que introduce la película tiene que ver con la temporalidad, ya que inicia in media res (cuando ya ha ocurrido lo peor)  y solo conocemos los sucesos de la infancia de Jane así como su relación con el Sr. Rochester a partir de los recuerdos de la propia protagonista. Se hace énfasis en las ideas "feministas" de Jane, a las cuales sirve de contrapunto ideal la Sra. Fairfax, a quien se le da un protagonismo que no tiene en la novela. Las apariciones del Sr. Rochester se reducen a unos cuantos ataques de histeria y mal humor, lo cual ilustra pobremente al personaje original, dotado de un carácter tan complejo como fascinante.



28 de enero de 2017

El cielo es azul, la tierra blanca (2001), de Hiromi Kawakami



Esta fue la novela con la que conocí a Hiromi Kawakami en el año 2015 y la que me animó a continuar adentrándome en su refrescante prosa. Entre las constantes de su obra destacan el ritmo narrativo ameno y las tramas sencillas y de cronología lineal, por lo general referidas a situaciones cotidianas que por alguna razón escapan al peso de la rutina y se vuelven significativas para quienes las experimentan. Sus personajes son hombres y mujeres aquejados por la soledad y el sedentarismo (¿el mal del siglo XXI?), que tienen serias dificultades para comunicarse con los demás y expresar sus sentimientos a través de las palabras. Por eso, en lugar del desarrollo de una historia compleja, sus narraciones nos ofrecen una secuencia de instantes que se suceden en las vidas de estos personajes, las cuales tienen la virtud de conectarlos con el exterior. No obstante, se trata de un contacto precario, siempre a punto de disolverse y regresarlos al acostumbrado aislamiento.    


En esta historia asistimos a los sucesivos encuentros de Tsukiko, una solitaria mujer de 38 años, y su antiguo profesor de japonés, un anciano de 70 años, en una taberna de un barrio tradicional de Tokio. Dichos encuentros no solo se convierten en paliativos de la soledad que ambos sobrellevan a su manera, sino que también hacen que se re-conozcan como seres con gustos y pareceres afines, que disfruten de la compañía del otro a pesar de la diferencia generacional que, se supone, debiera distanciarlos.


Tsukiko y el profesor, según la adaptación
cinematográfica del año 2003
Los personajes presienten el cambio natural que debiera adoptar su relación, sin embargo, no son ajenos a los prejuicios e intentarán escapar del desenlace romántico: Tsukiko, intentará acercarse a un antiguo compañero de clase, mientras que el maestro se adentrará en los haikus de Basho o en el recuerdo de la mujer que lo abandonó. De esta manera, la autora nos sumerge en una historia de amor que se desenvuelve a través de encuentros amenizados por la gastronomía tradicional japonesa, los paseos por los recovecos de la ciudad y las caminatas por el bosque en busca de setas.  



Hiromi Kawakami (1958) es una de las escritoras japonesas más leídas y reconocidas de su país. Antes de su exitosa incursión en el mundo de las letras, fue profesora de Biología. Entre los libros que he tenido la oportunidad de leer destacaré de acuerdo a mi orden de preferencia la novela El señor Nakano y las mujeres (Acantilado, 2012), el volumen de cuentos Entregarse a la pasión (Acantilado, 2011) y la novela Algo que brilla como el mar (Acantilado, 2010), en los que conjuga la tradición y las problemáticas posmodernas sin la necesidad de recurrir a historias estrafalarias o inverosímiles. Una interesantísima oportunidad para impregnarnos de la maravillosa cultura japonesa y animarnos a indagar más acerca de su literatura, provista de historias y personajes entrañables.  

20 de enero de 2017

Jane Eyre (1847), de Charlotte Brontë

La presente novela es un clásico de la literatura en lengua inglesa y un imprescindible para quienes disfrutamos de los romances dificultosos y nos encanta deambular por mansiones misteriosas. En apariencia, estamos ante una historia de amor convencional entre un empleador y su joven empleada. Sin embargo, pronto descubrimos que la pareja protagonista no responde al modelo al que nos tienen acostumbrados el  común de las novelas románticas: “una damisela hermosa y en apuros que se enamora de un hombre igualmente hermoso y muy acaudalado”. En este caso, nos encontramos con una joven poco agraciada y desfavorecida, que solo cuenta con su intelecto para hacerse un pequeño lugar y salir adelante en una sociedad terriblemente machista. El caballero, por su parte, es un hombre de mediana edad, de carácter irascible, poco dado al romanticismo y que oculta un oscuro pasado. Todos estos condimentos contribuyen para crear una de las historias de amor más apasionantes de todos los tiempos.

La historia avanza a través de las vicisitudes que enfrenta una joven institutriz para alcanzar la familia y la calma hogareña que tanto anhela. Es la propia protagonista quien nos relata en retrospectiva los sucesos más importantes de una vida marcada por su orfandad temprana. En primera instancia, conocemos su niñez en la casa de su tía política, la tiránica señora Reed, y sus malcriados primos, cuyos continuos desprecios y burlas se ve obligada a soportar por su condición de “intrusa”. La autonomía de pensamiento y la fortaleza de espíritu que desde temprana edad manifiesta Jane, a pesar de su apariencia menuda y frágil, irritan a su tía, quien desea deshacerse de ella cuanto antes. La ocasión ansiada se le presenta con la visita del señor Brocklehurst, el director del internado Logbourn.
Edward Rochester  y Jane Eyre,
según la serie  homónima del año 2006
En dicha institución, la pequeña soportará las arbitrariedades de algunas maestras y la recriminaciones del director, pero también conocerá el valor de la amistad de la mano de Helen Burns. Los nueve años que transcurren entre su ingreso y su salida al mundo medrarán su carácter e influirán en su sentimiento de inferioridad. No será sino hasta su llegada a Thornfield Hall como institutriz, cuando Jane comience a ser valorada por primera vez en su vida y se sienta parte de esa particular familia, conformada por la señora Fairfax (el ama de llaves de la mansión), Adele (su pequeña alumna) y el señor Edward Rochester (el tutor de Adele y único heredero de Thornfield).         

Uno de los puntos fuertes de la novela son las largas conversaciones que mantienen Jane y el señor de la casa, porque en esos momentos desaparecen las jerarquías sociales y las diferencias genéricas. No existen el patrón y la institutriz, sino dos intelectos afines capaces de debatir acerca de temas como el sentido de la vida, la religión, los principios morales, el arte, la belleza y la muerte. Las certezas de la inexperta Jane dejan atónito al incrédulo señor Rochester, quien vislumbra en esa joven la luz esperanzadora  que lo rescatará del profundo abismo en el que se encuentra inmerso. Por supuesto, la pareja no la tendrá fácil, ya que un oscuro secreto hará que la felicidad les resulte esquiva y, por momentos, imposible. 


Charlotte

Charlotte Brontë (1816-1855) fue la segunda hermana del tridente literario Brontë y la que vivió por más años. Cuesta imaginar que en el seno de una misma familia hayan podido nacer y desarrollarse semejantes talentos literarios, más aún si tenemos en cuenta las circunstancias históricas restrictivas que tuvieron que sortear para dar a conocer su obra.  En el caso de Charlotte y su novela Jane Eyre en particular, me siguen asombrando la profundidad psicológica de sus personajes y los cuestionamientos a la sociedad de su tiempo que realiza a través de su protagonista, entre ellos, el rol de la mujer y la necesidad de educar a las niñas sin subestimarlas ni menospreciarlas. Desde ya, recomiendo encarecidamente la lectura de este clásico, más aún si tienen la suerte de que sea invierno. Esta novela, una manta y una infusión caliente... ¿acaso se le puede pedir más a la vida?

5 de enero de 2017

Historias de cronopios y de famas (1962), de Julio Cortázar



La reseña que leerás a continuación está dedicada a uno de mis libros de ficción predilectos, cuyos fascinantes personajes inspiraron el nombre y el espíritu de este blog. Por esta razón, he decido inaugurar la presente sección con este maravilloso librito, que en tan solo 133 páginas pone patas para arriba al mundo conocido y erige en su lugar uno mil veces más poético y habitable. La obra se conforma de una serie de relatos cortos de difícil clasificación (¿microrrelatos? ¿poemas en prosa?), que se distribuyen en cuatro apartados: “Manual de instrucciones”, “Ocupaciones raras”, “Material plástico” e “Historias de cronopios y de famas”. Los textos tienen en común la presencia del humor, el juego, el azar y la descripción extrañada de los objetos o las actividades cotidianas (subir una escalera, dar cuerda a un reloj, cantar, tener miedo, matar hormigas, entre otras). Podrían describirse como un conjunto de deliciosas golosinas, cuyos sabores inesperados perdurarán en nuestro paladar un largo tiempo. El siguiente relato es un ejemplo perfecto de esa sensación que intento ilustrar:

PREÁMBULO A LAS INSTRUCCIONES PARA DAR CUERDA A UN RELOJ

La persistencia de la memoria (1931),
Salvador Dalí
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan –no lo saben, lo terrible es que no lo saben–, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Entre los personajes que desfilan por estas páginas (familias con “falta de originalidad”, tías “en dificultades”, un señor “sin cabeza”, una secretaria literal, un oso de las cañerías) me gustaría destacar al grupo más insólito y alocado: los entrañables cronopios, los metódicas famas y las apáticas esperanzas. Todos juntos conforman una comunidad con ocupaciones y normas de convivencia que satirizan a las nuestras. Por un lado, los famas y las esperanzas intentarán conservar el orden impuesto y protegerlo de los cronopios “esos verdes, erizados, húmedos objetos”, que a través de su inusitado sentimentalismo desarman jerarquías y atentan contra la “normalidad” establecida. Con cada una de sus acciones los cronopios nos descubren que la felicidad puede estar contenida en la lluvia sin paraguas o en la redondez de una col, sólo si aguzamos nuestros sentidos  y nos detenemos a apreciarla.  El fragmento  que adjunto a continuación describe muy bien la convivencia de los cronopios, los famas y las esperanzas, así como sus diferentes formas de percibir al mundo:

COMERCIO

Los famas habían puesto una fábrica de mangueras, y emplearon a numerosos cronopios para el enrollado y depósito. Apenas los cronopios estuvieron en el lugar del hecho, una grandísima alegría. Había mangueras verdes, rojas, azules, amarillas y violetas. Eran transparentes y al ensayarlas se veía correr el agua con todas sus burbujas y a veces un sorprendido insecto. Los cronopios empezaron a lanzar grandes gritos, y querían bailar tregua y bailar catala en vez de trabajar. Los famas se enfurecieron y aplicaron en seguida los artículos 21, 22 y 23 del reglamento interno. A fin de evitar la repetición de tales hechos.
  Como los famas son muy descuidados, los cronopios esperaron circunstancias favorables y cargaron muchísimas mangueras en un camión. Cuando encontraban una niña, cortaban un pedazo de manguera azul y se la obsequiaban para que pudiese saltar a la manguera. Así en todas las esquinas se vieron nacer bellísimas burbujas azules transparentes, con una niña adentro que parecía una ardilla en su jaula […]
   Con las mangueras amarillas los cronopios adornaron diversos monumentos, y con las mangueras verdes tendieron trampas al modo africano en pleno rosedal, para ver cómo las esperanzas caían una a una. Alrededor de las esperanzas caídas los cronopios bailaban tregua y bailaban catala, y las esperanzas les reprochaban su acción diciendo así:
   -Crueles cronopios cruentos. ¡Crueles!
   Los cronopios, que no deseaban ningún mal a las esperanzas, las ayudaban a levantarse y les regalaban pedazos de manguera roja. Así las esperanzas pudieron ir a sus casas y cumplir el más intenso de sus anhelos: regar los jardines verdes con mangueras rojas […] 
Niña disfruta del regalo de los cronopios.

Si aún no tuviste la oportunidad de adentrarte en el mundo Cortázar, espero que esta reseña te haya dado el empujoncito necesario. Si, por el contrario, sos un visitante asiduo de sus cuentos y novelas, te recomiendo que no esperes más y emprendas esta lectura. Este libro te ofrece una chance excelente para conocer la faceta más juguetona y poética de este genial autor, la cual se encuentra de forma latente en el resto de su producción, aunque de un modo “más intelectualizado”.  

Julio Cortázar (1914-1984) fue uno de los escritores argentinos más importantes del siglo XX. Amante del boxeo, el jazz, los cuentos de Edgar Allan Poe, las ciudades de París y Buenos Aires. Dentro del conjunto inmenso de su obra destacaré los libros Bestiario (1951), Todos los fuegos el fuego (1966) y Final del juego (1956), dotados de cuentos con una exquisita precisión argumental y auténticos clásicos de la literatura fantástica. Asimismo, mencionaré la novela Rayuela (1963), en la cual nos invita a jugar con el orden de los capítulos y a asignarle sentidos a un nuevo lenguaje (pero eso es tema para otra reseña). No dejen de curiosear los libros"almanaque" La vuelta al día en ochenta mundos (1967) y Último round (1969), auténticos collages en los que encontrarán fotografías, crónicas de viaje, recortes de periódicos, cuentos, comentarios sobre obras de arte, entre otros.