La reseña que leerás a continuación está dedicada a uno de mis libros de ficción predilectos, cuyos fascinantes personajes inspiraron el nombre y el espíritu de este blog. Por esta razón, he decido inaugurar la presente sección con este maravilloso librito, que en tan solo 133 páginas pone patas para arriba al mundo conocido y erige en su lugar uno mil veces más poético y habitable. La obra se conforma de una serie de relatos cortos de difícil clasificación (¿microrrelatos? ¿poemas en prosa?), que se distribuyen en cuatro apartados: “Manual de instrucciones”, “Ocupaciones raras”, “Material plástico” e “Historias de cronopios y de famas”. Los textos tienen en común la presencia del humor, el juego, el azar y la descripción extrañada de los objetos o las actividades cotidianas (subir una escalera, dar cuerda a un reloj, cantar, tener miedo, matar hormigas, entre otras). Podrían describirse como un conjunto de deliciosas golosinas, cuyos sabores inesperados perdurarán en nuestro paladar un largo tiempo. El siguiente relato es un ejemplo perfecto de esa sensación que intento ilustrar:
PREÁMBULO A LAS INSTRUCCIONES PARA DAR CUERDA A UN RELOJ
La persistencia de la memoria (1931), Salvador Dalí |
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan –no lo saben, lo terrible es que no lo saben–, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Entre los personajes que desfilan por estas páginas (familias con
“falta de originalidad”, tías “en dificultades”, un señor “sin cabeza”, una
secretaria literal, un oso de las cañerías) me gustaría destacar al grupo más
insólito y alocado: los entrañables cronopios, los metódicas famas y las
apáticas esperanzas. Todos juntos conforman una comunidad con ocupaciones y normas
de convivencia que satirizan a las nuestras. Por un lado, los famas y las
esperanzas intentarán conservar el orden impuesto y protegerlo de los cronopios
“esos verdes, erizados, húmedos objetos”, que a través de su inusitado
sentimentalismo desarman jerarquías y atentan contra la “normalidad”
establecida. Con cada una de sus acciones los cronopios nos descubren que la
felicidad puede estar contenida en la lluvia sin paraguas o en la redondez de
una col, sólo si aguzamos nuestros sentidos
y nos detenemos a apreciarla. El fragmento que adjunto a continuación describe muy bien la convivencia de los cronopios, los famas
y las esperanzas, así como sus diferentes formas de percibir al mundo:
COMERCIO
Los famas habían puesto una fábrica de mangueras, y emplearon a
numerosos cronopios para el enrollado y depósito. Apenas los cronopios
estuvieron en el lugar del hecho, una grandísima alegría. Había mangueras verdes,
rojas, azules, amarillas y violetas. Eran transparentes y al ensayarlas se veía
correr el agua con todas sus burbujas y a veces un sorprendido insecto. Los
cronopios empezaron a lanzar grandes gritos, y querían bailar tregua y bailar
catala en vez de trabajar. Los famas se enfurecieron y aplicaron en seguida los
artículos 21, 22 y 23 del reglamento interno. A fin de evitar la repetición de
tales hechos.
Como
los famas son muy descuidados, los cronopios esperaron circunstancias
favorables y cargaron muchísimas mangueras en un camión. Cuando encontraban una
niña, cortaban un pedazo de manguera azul y se la obsequiaban para que pudiese
saltar a la manguera. Así en todas las esquinas se vieron nacer bellísimas
burbujas azules transparentes, con una niña adentro que parecía una ardilla en
su jaula […]
Con las mangueras amarillas
los cronopios adornaron diversos monumentos, y con las mangueras verdes
tendieron trampas al modo africano en pleno rosedal, para ver cómo las
esperanzas caían una a una. Alrededor de las esperanzas caídas los cronopios
bailaban tregua y bailaban catala, y las esperanzas les reprochaban su acción
diciendo así:
-Crueles cronopios cruentos.
¡Crueles!
Los cronopios, que no deseaban
ningún mal a las esperanzas, las ayudaban a levantarse y les regalaban pedazos
de manguera roja. Así las esperanzas pudieron ir a sus casas y cumplir el más
intenso de sus anhelos: regar los jardines verdes con mangueras rojas […]
Niña disfruta del regalo de los cronopios. |
Si aún no tuviste la oportunidad de adentrarte en el mundo Cortázar,
espero que esta reseña te haya dado el empujoncito necesario. Si, por el
contrario, sos un visitante asiduo de sus cuentos y novelas, te recomiendo que
no esperes más y emprendas esta lectura. Este libro te ofrece una chance
excelente para conocer la faceta más juguetona y poética de este genial autor,
la cual se encuentra de forma latente en el resto de su producción, aunque de un
modo “más intelectualizado”.
Julio Cortázar (1914-1984)
fue uno de los escritores argentinos más importantes del siglo XX. Amante del
boxeo, el jazz, los cuentos de Edgar Allan Poe, las ciudades de París y Buenos Aires. Dentro del
conjunto inmenso de su obra destacaré los libros Bestiario (1951), Todos los
fuegos el fuego (1966) y Final del juego (1956),
dotados de cuentos con una exquisita precisión argumental y auténticos clásicos de la
literatura fantástica. Asimismo, mencionaré la novela Rayuela (1963), en la cual nos invita a jugar con el orden de los
capítulos y a asignarle sentidos a un nuevo lenguaje (pero eso es tema para
otra reseña). No dejen de curiosear los libros"almanaque" La vuelta al día en ochenta mundos (1967) y Último round (1969), auténticos collages en los que encontrarán fotografías, crónicas de viaje, recortes de periódicos, cuentos, comentarios sobre obras de arte, entre otros.
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