20 de enero de 2017

Jane Eyre (1847), de Charlotte Brontë

La presente novela es un clásico de la literatura en lengua inglesa y un imprescindible para quienes disfrutamos de los romances dificultosos y nos encanta deambular por mansiones misteriosas. En apariencia, estamos ante una historia de amor convencional entre un empleador y su joven empleada. Sin embargo, pronto descubrimos que la pareja protagonista no responde al modelo al que nos tienen acostumbrados el  común de las novelas románticas: “una damisela hermosa y en apuros que se enamora de un hombre igualmente hermoso y muy acaudalado”. En este caso, nos encontramos con una joven poco agraciada y desfavorecida, que solo cuenta con su intelecto para hacerse un pequeño lugar y salir adelante en una sociedad terriblemente machista. El caballero, por su parte, es un hombre de mediana edad, de carácter irascible, poco dado al romanticismo y que oculta un oscuro pasado. Todos estos condimentos contribuyen para crear una de las historias de amor más apasionantes de todos los tiempos.

La historia avanza a través de las vicisitudes que enfrenta una joven institutriz para alcanzar la familia y la calma hogareña que tanto anhela. Es la propia protagonista quien nos relata en retrospectiva los sucesos más importantes de una vida marcada por su orfandad temprana. En primera instancia, conocemos su niñez en la casa de su tía política, la tiránica señora Reed, y sus malcriados primos, cuyos continuos desprecios y burlas se ve obligada a soportar por su condición de “intrusa”. La autonomía de pensamiento y la fortaleza de espíritu que desde temprana edad manifiesta Jane, a pesar de su apariencia menuda y frágil, irritan a su tía, quien desea deshacerse de ella cuanto antes. La ocasión ansiada se le presenta con la visita del señor Brocklehurst, el director del internado Logbourn.
Edward Rochester  y Jane Eyre,
según la serie  homónima del año 2006
En dicha institución, la pequeña soportará las arbitrariedades de algunas maestras y la recriminaciones del director, pero también conocerá el valor de la amistad de la mano de Helen Burns. Los nueve años que transcurren entre su ingreso y su salida al mundo medrarán su carácter e influirán en su sentimiento de inferioridad. No será sino hasta su llegada a Thornfield Hall como institutriz, cuando Jane comience a ser valorada por primera vez en su vida y se sienta parte de esa particular familia, conformada por la señora Fairfax (el ama de llaves de la mansión), Adele (su pequeña alumna) y el señor Edward Rochester (el tutor de Adele y único heredero de Thornfield).         

Uno de los puntos fuertes de la novela son las largas conversaciones que mantienen Jane y el señor de la casa, porque en esos momentos desaparecen las jerarquías sociales y las diferencias genéricas. No existen el patrón y la institutriz, sino dos intelectos afines capaces de debatir acerca de temas como el sentido de la vida, la religión, los principios morales, el arte, la belleza y la muerte. Las certezas de la inexperta Jane dejan atónito al incrédulo señor Rochester, quien vislumbra en esa joven la luz esperanzadora  que lo rescatará del profundo abismo en el que se encuentra inmerso. Por supuesto, la pareja no la tendrá fácil, ya que un oscuro secreto hará que la felicidad les resulte esquiva y, por momentos, imposible. 


Charlotte

Charlotte Brontë (1816-1855) fue la segunda hermana del tridente literario Brontë y la que vivió por más años. Cuesta imaginar que en el seno de una misma familia hayan podido nacer y desarrollarse semejantes talentos literarios, más aún si tenemos en cuenta las circunstancias históricas restrictivas que tuvieron que sortear para dar a conocer su obra.  En el caso de Charlotte y su novela Jane Eyre en particular, me siguen asombrando la profundidad psicológica de sus personajes y los cuestionamientos a la sociedad de su tiempo que realiza a través de su protagonista, entre ellos, el rol de la mujer y la necesidad de educar a las niñas sin subestimarlas ni menospreciarlas. Desde ya, recomiendo encarecidamente la lectura de este clásico, más aún si tienen la suerte de que sea invierno. Esta novela, una manta y una infusión caliente... ¿acaso se le puede pedir más a la vida?

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