5 de enero de 2017

Historias de cronopios y de famas (1962), de Julio Cortázar



La reseña que leerás a continuación está dedicada a uno de mis libros de ficción predilectos, cuyos fascinantes personajes inspiraron el nombre y el espíritu de este blog. Por esta razón, he decido inaugurar la presente sección con este maravilloso librito, que en tan solo 133 páginas pone patas para arriba al mundo conocido y erige en su lugar uno mil veces más poético y habitable. La obra se conforma de una serie de relatos cortos de difícil clasificación (¿microrrelatos? ¿poemas en prosa?), que se distribuyen en cuatro apartados: “Manual de instrucciones”, “Ocupaciones raras”, “Material plástico” e “Historias de cronopios y de famas”. Los textos tienen en común la presencia del humor, el juego, el azar y la descripción extrañada de los objetos o las actividades cotidianas (subir una escalera, dar cuerda a un reloj, cantar, tener miedo, matar hormigas, entre otras). Podrían describirse como un conjunto de deliciosas golosinas, cuyos sabores inesperados perdurarán en nuestro paladar un largo tiempo. El siguiente relato es un ejemplo perfecto de esa sensación que intento ilustrar:

PREÁMBULO A LAS INSTRUCCIONES PARA DAR CUERDA A UN RELOJ

La persistencia de la memoria (1931),
Salvador Dalí
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan –no lo saben, lo terrible es que no lo saben–, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Entre los personajes que desfilan por estas páginas (familias con “falta de originalidad”, tías “en dificultades”, un señor “sin cabeza”, una secretaria literal, un oso de las cañerías) me gustaría destacar al grupo más insólito y alocado: los entrañables cronopios, los metódicas famas y las apáticas esperanzas. Todos juntos conforman una comunidad con ocupaciones y normas de convivencia que satirizan a las nuestras. Por un lado, los famas y las esperanzas intentarán conservar el orden impuesto y protegerlo de los cronopios “esos verdes, erizados, húmedos objetos”, que a través de su inusitado sentimentalismo desarman jerarquías y atentan contra la “normalidad” establecida. Con cada una de sus acciones los cronopios nos descubren que la felicidad puede estar contenida en la lluvia sin paraguas o en la redondez de una col, sólo si aguzamos nuestros sentidos  y nos detenemos a apreciarla.  El fragmento  que adjunto a continuación describe muy bien la convivencia de los cronopios, los famas y las esperanzas, así como sus diferentes formas de percibir al mundo:

COMERCIO

Los famas habían puesto una fábrica de mangueras, y emplearon a numerosos cronopios para el enrollado y depósito. Apenas los cronopios estuvieron en el lugar del hecho, una grandísima alegría. Había mangueras verdes, rojas, azules, amarillas y violetas. Eran transparentes y al ensayarlas se veía correr el agua con todas sus burbujas y a veces un sorprendido insecto. Los cronopios empezaron a lanzar grandes gritos, y querían bailar tregua y bailar catala en vez de trabajar. Los famas se enfurecieron y aplicaron en seguida los artículos 21, 22 y 23 del reglamento interno. A fin de evitar la repetición de tales hechos.
  Como los famas son muy descuidados, los cronopios esperaron circunstancias favorables y cargaron muchísimas mangueras en un camión. Cuando encontraban una niña, cortaban un pedazo de manguera azul y se la obsequiaban para que pudiese saltar a la manguera. Así en todas las esquinas se vieron nacer bellísimas burbujas azules transparentes, con una niña adentro que parecía una ardilla en su jaula […]
   Con las mangueras amarillas los cronopios adornaron diversos monumentos, y con las mangueras verdes tendieron trampas al modo africano en pleno rosedal, para ver cómo las esperanzas caían una a una. Alrededor de las esperanzas caídas los cronopios bailaban tregua y bailaban catala, y las esperanzas les reprochaban su acción diciendo así:
   -Crueles cronopios cruentos. ¡Crueles!
   Los cronopios, que no deseaban ningún mal a las esperanzas, las ayudaban a levantarse y les regalaban pedazos de manguera roja. Así las esperanzas pudieron ir a sus casas y cumplir el más intenso de sus anhelos: regar los jardines verdes con mangueras rojas […] 
Niña disfruta del regalo de los cronopios.

Si aún no tuviste la oportunidad de adentrarte en el mundo Cortázar, espero que esta reseña te haya dado el empujoncito necesario. Si, por el contrario, sos un visitante asiduo de sus cuentos y novelas, te recomiendo que no esperes más y emprendas esta lectura. Este libro te ofrece una chance excelente para conocer la faceta más juguetona y poética de este genial autor, la cual se encuentra de forma latente en el resto de su producción, aunque de un modo “más intelectualizado”.  

Julio Cortázar (1914-1984) fue uno de los escritores argentinos más importantes del siglo XX. Amante del boxeo, el jazz, los cuentos de Edgar Allan Poe, las ciudades de París y Buenos Aires. Dentro del conjunto inmenso de su obra destacaré los libros Bestiario (1951), Todos los fuegos el fuego (1966) y Final del juego (1956), dotados de cuentos con una exquisita precisión argumental y auténticos clásicos de la literatura fantástica. Asimismo, mencionaré la novela Rayuela (1963), en la cual nos invita a jugar con el orden de los capítulos y a asignarle sentidos a un nuevo lenguaje (pero eso es tema para otra reseña). No dejen de curiosear los libros"almanaque" La vuelta al día en ochenta mundos (1967) y Último round (1969), auténticos collages en los que encontrarán fotografías, crónicas de viaje, recortes de periódicos, cuentos, comentarios sobre obras de arte, entre otros.


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